Rueda cuesta abajo la confianza
e inunda la pendiente de caídas.
Llega sin esfuerzo a la rejilla
que le abre el camino sin retorno.
Al verlo, desde cerca,
no deja de ser curioso
cómo aquel minúsculo río turbio
murmulla la misma música
que serpentea, en el otoño,
las veredas de La Alhambra.
Es la letra.
La única diferencia es la letra
(que lleva el agua en las venas).
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