domingo, 15 de septiembre de 2013

Ahora, que estoy ciega

"Naciste en enero", me dijeron,
cuando el frío hacía tiritar esta parte del mundo. 


Ahora, que estoy ciega, recuerdo haber tocado el alma del otoño, el porvenir de la gratuidad, haber barrido nieve en el Ártico. Me recuerdo escalando sin manos y volando sin alas cuando me llamaba pájaro, aire, aquí, cerca, soy. Me recuerdo alcanzando la cima en el mayor de los secretos, para salvar el paraíso de los intrusos. Haber sido domadora de sombras un domingo de hospital, dar tabaco a los mendigos, aprenderme sus nombres, desprenderme del mío, abrazar un árbol. Sentir la fuerza del tornado antes de llamarse tornado. 
 Recuerdo haberme prometido que nunca miraría para otro lado, que la templanza sería mi guía, que el reto de los ojos del acantilado de cualquier invierno no podría nunca con la luz de todas las mareas que traigo en los párpados. Que sería faro para los pasos rotos, que no construiría vendavales sin motivo, y que toda el agua mansa de los ríos estaría templada en mis pupilas. 

Recuerdo haberme dicho que no habría destino más poderoso que el hoy, ni lluvia capaz de mojar la palabra esperanza. Ahora que estoy ciega, recuerdo...

Fragmento del texto "Ahora que estoy ciega"


Detalle de la acuarela "La esquina de los días", de Aure Gallego.

martes, 10 de septiembre de 2013

Entrevista a los Árboles Huérfanos en Cronopios

Los Árboles Huérfanos acaban de salir de Cronopios, el programa de radio (Radiópolis) que, desde hace tres años, ha llevado Enrique García llenando de poesía, reflexión y mirada crítica las tardes de estos viernes de café. Allá que fueron el color de la acuarela de Aure Gallego y la tempestad del poema de Lola Crespo en la edición Depapel (Córdoba, 2013). 
El árbol que se sabe árbol y la luz del bosque. También, de fondo, las ganas de volver a disfrutar de Héctor Infante y de sus composiciones y las palabras del prólogo de Dolors Alberola. 

Próximas estaciones huérfanas: el otoño (y sus nidos abandonados) en el Ateneo Mairena y en la Biblioteca de Montequinto. 

Bienvenido seas, Septiembre.


 









lunes, 2 de septiembre de 2013

Apuntes para un náufrago

Primero, tras el despertar súbito y la parálisis del cuerpo, respirar.
Oír el crujido de las maderas que aún cimbrean cerca. Oír el mar, si es que hay mar.
Oír el viento, si es que hay viento. Oír (escuchar) el corazón propio. Reconocerse en el latido.
Confundir el corazón con la madera, que a su vez se confunde con el mar, que a su vez parece viento; viento que te devuelve el latido.
Tocarse los ojos sin tocarse. Protegerse de la luz arrojándole el miedo.
Una vez protegido, considerar la fortuna de saberse herido en medio de la vida.


Fragmento de una obra de Aure Gallego.
Corazón latente