domingo, 30 de septiembre de 2012

Policromías espontáneas


... El recuerdo de un paseo nocturno se deshace
serán las manos de Ariadna
entre blancos de Carmen Laffón
y pan de oro medieval...

Fragmento de "De vidrio y alas"

 Muy, muy pronto se presentará el poemario  Las palabras acostumbradas (Gualdaturia ediciones, col. Extraversos, Sevilla, 2012), al que pertenece este fragmento; un pequeño homenaje al arte, que forma parte de la serie "Policromías espontáneas".
La música es del compositor David Postigo




 

domingo, 23 de septiembre de 2012

Maneras de habitar - Cartografías (I)

Borges, a propósito de Homero:
"...una terca neblina le borró las líneas de la mano. La noche se despobló de estrellas."





Juegas al escondite, de niña.
Abandonas el lugar seguro para salir a la búsqueda de un refugio, que te permita ver sin ser vista, para habitar aquellos pocos segundos en los que el cobijo es una esquina, la parte trasera de un banco, las patas bajo una mesa, el hueco de una escalera, una columna o un pilar del patio cubierto de tu recreo; la espalda de otra amiga que hace de tapia.
Arrancar a la carrera cuando la amenaza de ser atrapada, antes de regresar al origen, es lo más parecido al peligro. O al fin.
Gritar, con la fuerza del alivio, la palabra "¡casa!" y quedarte instalada
en tu propio tiempo congelado,
en el espacio de tu carne,
lo más
inmóvil
 posible.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Ágora Lírica en la Librería La Extravagante

Hablar de crear. Crear y hablar. Oír. Volver a crear. Hoy viernes 21 de septiembre, a las 20 horas (Alameda de Hércules).
Allí estaremos.



martes, 11 de septiembre de 2012

La anatomía de los bosques

Hay seres que guardan el nacimiento de los ríos,
el alma de las niñas,
los colores de las mujeres de la selva...





Frente a las ortigas en las manos,
la anatomía de los bosques,
la etimología de los ríos,
la onomástica de los anónimos
o la razón arbitraria de las primeras voces.
(...)

Declarar como patrimonio
los caprichos orográficos,
la añoranza por los charcos,
los lirios en la vista,
los paisajes de la memoria,
la geología de los afectos,
la inmensidad microscópica del mundo
hecho
día.
(...)"
Fragmento de Las palabras acostumbradas. Gualdaturia ed. 20120

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Corazón de savia







 Sé de pueblos que entierran a sus muertos
directamente sobre la tierra
removida,
entre madreselvas y gladiolos,
entre zarzas y enredaderas,
sin más peso que el que da la vida
con corazón de magnolia
y pulmón de savia.




Cementerio de San Vicente, Madeira

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿No ves tus ojos de plomo?


¿Qué más necesitas para oír tu nombre
pronunciado en el idioma que no existe?
¿Acaso esperas que la desesperación te habite
en los pasillos sin luna
de todas las noches del abismo?

¿Qué más necesitas para que derramen sobre tus lunas
toda la escarcha del viento
de las azucenas negras?

¿No ves tus ojos de plomo,
el frío abstracto de la arista,
en las pupilas de los que dicen que aún ven?

¿Hasta cuándo crees que podrá sostenerte
esa fiebre roja que te atraviesa
a contracorriente,
si tu carne es carámbano de alambre?

Mira cómo se dobla,
mira cómo se descompone
el gran basurero de marfil
al que llamas vida.


Crepúsculo - G. Grosz



Como lascas. A golpes. Detelladas humeantes. Como si la hubiera perfilado un bisturí en esa pretensión absurda de coser la piel que resbala. "Mi arte debe ser fusil y sable", dice el artista. Y George Grosz disecciona con su lápiz una ciudad muerta en vida. La metrópolis de Grosz es risa moribunda. Y ni con todas las prisas llegaremos a donde nadie nos espera.





Me pregunto qué culpa tendrá una ciudad de todas esas líneas agudas que se afilan en la carne, o de la mezquindad enconada en las ventanas. Qué culpa tendrá una ciudad de ser escenario de sus habitantes moribundos.
Hablan como un millar de delfines borrachos que lanzaran la típica risa delirante, a decibelios imposibles. Qué culpa tendrá el vidrio, o la cal, o el lino, de todo ese griterío ensordecedor y vacío; de toda esa opulencia grasienta que recorre las esquinas; de todos esos seres, embotonados, que pululan los burdeles de sus ojales. Pobres constructores ciegos que amasaron las puertas con las manos. ¿Qué hicieron de sus calles? ¿Qué alfombras de mediocridad sembraron en sus avenidas? Toda esa decadencia moral brotando en el desayuno para dar de cenar a las alcantarillas; toda esa hiel asentándose en los escaparates, refregándose en las barras de la carcajada hueca. Y buscarán luego espejos, pero no habrá ninguno que les refleje la distancia del anuncio de la lluvia o del despertar de un río.
Qué lejos la vida.

Pobre Berlin rica. Pobres ciénagas descompuestas con el síntoma inexorable de la decadencia. Babel herida hasta el tuétans. El inicio de la barbarie.
Y la suerte está echada.




La historia repetida hasta saciarse de sí misma.


Es el tiempo del eclipse,
el tiempo de la quemadura enquistada,
de la sombra,
de la momia,
de los exvotos.

Es el tiempo del sílex.

Me revuelvo en Grosz, en sus paisajes, en sus apuntes. En el esbozo que da paso a la pintura de la denuncia.

Los degenerados solo se reconocen llamando a los otros por sus mismos nombres.




Desde la otra esquina, Hopper descorre el velo de todas las cortinas y su película muda habla: 
La libertad nos hizo solos, dicen.

Hijos de la soledad,
padres del ocaso

The end.