jueves, 26 de febrero de 2009

Gracia Iglesias y la habitación transparente

Querida amiga de "La habitación sin párpados":
1-2-3, 1-2-3...

Fuiste el corazón de los álamos,
el pulso de los adoquines olvidados por los días;
las oquedades repletas de silencios de los que vagan,
tal vez porque nadie tuvo para ellos otro verbo más digno.
(Y tú ahí,
repatiendo esquinas romas para espaldas rotas,
curando soledades con la tuya,
lamiendo heridas ajenas con sabor a tinta).

Fuiste dulzura para las ramas secas,
el alivio frente a los malos pronósticos,
la sutileza hecha paréntesis
en el que el tiempo -parado-
fue capaz de sentir que las horas
son esas cenizas de limón
alojadas en la médula.

En mi médula.

Festival de Perfopoesía de Sevilla

martes, 17 de febrero de 2009

Recuerdos

Un precioso vídeo de ZonaImaginaria envolviendo, con una sutileza exquisita,
uno de mis poemas.


domingo, 8 de febrero de 2009

Cortesía de la casa

Un cortesano es un hombre
que pertenece a la corte.
Una cortesana es una mujer
de costumbres libres.

Y si a esta mujer cortesana
la vistes con la palabra “dama”
el diccionario de la RAE
como un guante en la cara
te la devuelve desnuda
en su primera acepción
como “ramera de calidad”.

Me interesa andar por las ramas
y me enseña La Academia
mayúscula y femenina
que se trata de una mujer
cuyo oficio
es la relación
carnal
con hombres.

Estoy como Mafalda,
con el pelo alborotado delante del mundo
tomando sopa doble;
y entre cuchara y cuchara
se me ocurre pensar
que los hombres de la corte
tal vez se sienten solos,
que puede que les de corte
a los hombres de la corte
pedirle a la naturaleza lo natural
y que, a lo mejor
(qué sé yo)
diseñaron ellos la cortesía y sus colores.
Y, a punto de terminar el plato,
me entran unas ganas e-n-o-r-m-e-s
de volver a aprender a hablar
con la lengua
con los ojos
con las manos
con mi sexo

en femenino y plural.

domingo, 1 de febrero de 2009

Ven al centro de la noche

El verso y la página
fueron poemas.
Tu luz y mi destino
son sucesos evidentes”.
Enrique Villagrasa


Ven al centro de la noche
sin desvíos ni tropiezos.
Acércate al azul del ábside
al límite del altar de los besos,
donde la congoja se reclina
y en el mar de los deseos
se funde diluido el bronce
entre las sílabas que nos pronuncian.