martes, 13 de diciembre de 2016

La última voluntad de Jeanne Baret

Este es el texto que Ana Alvea creó para dialogar con "La muerte sobre un caballo pálido", allá por la presentación en la Feria del Libro. Y es una preciosidad.


La última voluntad de Jeanne Baret 
(exploradora francesa, 1740)

Hace años llegué a Isla Decepción disfrazada de hombre. Soñaba con navegar y dar la vuelta al mundo, en algo más de ochenta días. Aspiraciones vetadas  para cualquier mujer de mi tiempo.

Con Ana Alvea en la Casa del Libro.
En mi travesía he descubierto muchos prodigios. Y entre ellos, a los habitantes de esta isla: Los domadores de fuego. Desde pequeños se adiestran para convertir  las llamas en agua, cuando la hoguera es avivada por el Viento de la Discordia, que la empuja a propagarse por todo el bosque para que arrase  la isla. Si algún crío no lograra amainar con su corazón un incendio, el Consejo de Sabios Ancianos clama entonces a la Diosa de la Lluvia, para que en dádiva, se derrame sobre ellos. He aquí el secreto de su paradisíaco paisaje: no conocen la destrucción, ignoran el fatídico daño del fuego enfurecido sobre la fauna, la pureza del agua o de la atmósfera, sobre su propia tribu.

En esta pacífica isla quisiera vivir mis últimos días. Bajo este sol, en el calor del fuego amigo.

Lejos muy lejos
del infernal ruido de los videntes.


viernes, 9 de diciembre de 2016

Me pronuncias...

Me pronuncias. Soy tormenta que crece y muerde tu nuca.
El dolor naufrago de todos los faros en el crepúsculo.

Con la primera brisa han llegado cargados de hombres rotos los pájaros,
sucios como trapecios sobre el océano.
Bandadas amarillas como cometas en la arena,
Juan Cuevas ante el escaparate/fondo marino de "La Beni"
quebradas por los anfibios
que lloraban entre nuestras piernas.

Aún bebe el dolor del cristal
donde Noche marchó a mendigar.

Me callas. Y es de alga tu huida.
Tan roja la amapola que pisas.

Desde aquí sólo escucho
el color vencido de las viejas ballenas,
trazo mapas desordenados
al amanecer,
espero que la brújula señale
el camino de los cordones desatados.

Aún tarda la lluvia
en borrar las encías de las caracolas.
La madera tiene memoria de buzo.
Hay otro mar donde podremos
Negar el agua que nos unió.

Te nombro.
Como un planeta desorbitado,
como a los insectos que duermen
en el dorso de mis manos.
Desde el asombro te nombro.

Quedará el agua
y su memoria desbordada.
Las geometrías desaprendidas
en la esquina de los días.
El humo donde ardieron
todos nuestros barcos de papel.



Juan Cuevas, Sevilla, 2016 (para La muerte sobre un caballo pálido)

lunes, 5 de diciembre de 2016

Transgredir las sombras de la noche


Quienes nos han leído (u oído) dicen... (II)

"En los enjambres solitarios de un cruce de caminos diseñado por Fau Trujillo y Lola Crespo, entre marcas de agua de guitarras, suenan las letras la magia de sus negros. El tacto de una pluma embriagada de azules me recuerda que, aunque el pájaro sigue volando entre las nubes y el whisky junto al hielo, cada vez que los labios se acercan al brocal de la copa, igual que el blues, su sabor nos refresca y nos quema con suavidad. 

Junto a la verja de arpillera trenzada, la blanca pluma que el pájaro de fuego nos regala, invita a trasgredir las sombras de la noche y a abrir la jaula herida para que el blues nos cuente a qué saben las cuerdas de sus guitarras. Y comienza el concierto de las letras, página a página, mientras Fau, con sus certeras yemas, manda a su abultado vientre los sonidos que Ella, la guitarra, nos regala. 

A la sombra de Robert Johnson, dos autores nos pasean por la promesa de un viaje a New York, una visita al Brooklyn tejido a golpe de blues, y las negras laderas de un Chicago vestido del soul que uniendo jazz y blues, da cuerpo al triunvirato. Junto al sudor del mástil nos sumergen en la edad del Mississippi y asomados a los balcones de New Orleans nos tararean la voz negra de la guitarra de Jane Lee, nos cuentan la intensidad del blues rock de Johnny Winter y del desgarro desatado de aquella hija del amanecer de voz carbón que llamaban Rosetta Tharpe. 


En otra arteria de este delta, que parte desde un cruce de caminos, nos enseñan la voz de San Francisco siguiendo los meandros que la sinuosa piel de la víbora dibuja en el terreno atraída por las decenas de discos que John Lee Hoocker dejó a resguardo en la casa del blues. A mis ojos atorados, se le encendieron lágrimas de negra sal al detenerme en la autopista 61. Al ver la sangre de Bessie Smith corrieron a esconder en su vagón, a resguardo del frío de la ausencia, todos los recuerdos negros que ella nos parió. 





Con esta comba musical que nos dirige, se nos invita a un salto desde el enero en Tennessee hasta el julio de Memphis mientras escuchamos esas notas bucólicas que, aún lejanas, huelen a vaca y al humus conque Fred McDowell fertiliza sus músicas. Victoria Spivey, Miss Victoria nos ofrece, cigarro y guitarra en mano, toda la sombra de su piel negra con elegancia. Ella, ahora, desde su otro reino, sigue cantando con los compases desgarrados de su voz.

Al final de todos los caminos, a la sombra de Robert Johnson, nos espera Muddy Waters para romper los silencios con su guitarra y contarnos que todos los suburbios de su Chicago siempre fueron negros, como el gato. 

 Un bonito paseo, a la sombra de Robert Johnson, donde la protagonista tras hacer un gran pacto con el diablo, se sigue llamando música y más concretamente, guitarra; guitarra y blues, guitarra herida".


Juan Martínez Iglesias
Diciembre de 2016

sábado, 3 de diciembre de 2016

'Dame una palabra y te daré un mundo; dame un punto de apoyo y moveré... ' Word & World & more.  A la sombra de R. J.
Fau Trujillo & Lola Crespo.

Diario de Sevilla, 3/12/16





viernes, 2 de diciembre de 2016

La hora del blues

"¡Sacudíos el polvo de las pupilas! ¡Desperezad vuestros corazones del letargo! ¡Dad rienda suelta al gozo! Lola Crespo vuelve a las andadas. Y lo hace con una poesía de muchos quilates. Sí, con ritmos diabólicos y geniales, desde el blues más auténtico y genuino, llevándonos hasta confines nunca hollados por la palabra convencional. Y es que la pujanza de su música, el empuje del sonido, el definitivo caudal de ritmos con que se pueden expresar los sentimientos… transforma, en metamorfosis radical, la percepción con la que nos emocionamos ante el mundo de la vida. 


Los personajes de esta historia se afanan por alcanzar cumbres celestes, por desvelar del vacío una nota maldita, por esculpir una frase superlativa, que aún destila, en su rumor a oleaje, sabor a insomnio, alcohol y melancolía, y versos de monumental fuerza…, todo para fusionarse en una composición inigualable. 


Brotan desgarraduras de las cuerdas; emerge, poderosa, la voz quebrada de la noche, danzan las estrellas en la inmensidad, y los ocasos dejan su lugar a melodías pegadizas e imposibles de eludir. Todo para deleite de los sentidos más exigentes. Acaso sea la palabra lírica una excusa para ensimismarse en mundos de fulgor inaudito, con resonancias tremendas e ideales, de paladar sabroso y con tintes de intensidad crepuscular, plena en matices y sugerencias…acaso. 

En el poemario, Lola Crespo bucea por paisajes de leyenda, aureolados por el exceso y el placer, y una infinita sapiencia anima sus páginas, insuflando color y melancolía a las figuras. Su palabra poética nos traslada hasta atardeceres nimbados de horizontes, repletos de raíces jugosas. La pretensión de recrear imposibles, de dibujar imponderables, de corregir lo efímero con trazos de perdurabilidad… está en cada una de sus páginas. 




El ávido lector podrá recoger todo un cúmulo de cosechas feraces, que huelen a trigo y a libertad. Porque de eso se trata, de ser libres en y por la palabra poética… todo se confabula en este poemario para hacer añicos la indiferencia. 

Es la hora del blues. Es la hora de la poesía".

Daniel Montes Rivero