"Primero los niños y las personas de movilidad reducida",
dijo la azafata con voz de eco.
Y la esposa triste,
la amiga sin música
el hombre vacío,
la chica sin olor,
y el señor que pensaba en las ausencias
se miraron de reojo
al fondo, siempre los últimos...
mientras se agolpaban en el mostrador de facturación
junto a la puerta de embarque,
varias decenas de viajeros
roncos de gritar socorro.
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