Me rodea el mundo
con su lianas blancas de penumbra,
ramas de invierno casi invisible,
capilares de reflejos azules
dormidos entre venas
-que se extienden-
como mi propia selva.
Dentro del gris
habitan los colores del desasosiego
cansado de este cinturón
que llegó conmigo.
Cuando nacimos
nos sesgaron de la vida
para ser muerte
disfrazada de tiempo.
El brote de sarmiento
lloró en su cumpleaños
con las bofetadas de felicidad
que traían todas las bienvenidas.
Acudieron luego lo roces, como caricias,
la piel de yerma de todas las madres
en la romería de este:
“levántate y anda”.
Para entonces, ya no estabas desnuda,
habías anochecido en varias lunas
y dibujado la orilla
de la piel del otro
que creías un estero infinito,
ajeno a la ley de las mareas.
vino otra
y otra, y otra, y otra, otra…
hasta que entendiste
que no era más
que la superficie muerta
de todas las melancolías
la única que conseguías besar.
(...)
"Para entonces, ya no estabas desnuda,
ResponderEliminarhabías anochecido en varias lunas
y dibujado la orilla"
Espero que nadie mirara por la ventana.... ni la luna siquiera.
jajajajaja
Saludos!
Cuántas mudas de piel nos va proporcionando la vida...
ResponderEliminarque es una gran selva donde nos reconocemos en los besos del otro.
Un honor, lola, que hayas escrito esa cita,para este "pedazo" de poema, que es tremendo por el significado que encierra.
un abrazo fuerte.
Precioso en cualquier realidad cuantica...
ResponderEliminarUn abrazo.
una especie de miedo líquido gris
ResponderEliminarha resbalado por mi piel. releo y entiendo las edades de la superficie.
saludos.
Pura Vida!
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