Como si fuera un afilador,
el día lima los dientes que la noche no ha arrancado;
mellas doloridas
por las que gimen los vestidos de las mujeres
y las manos de los pocos niños
que la guerra ha prestado,
para esta jaula desahuciada
en eterna fianza.
Los caminos a ninguna parte
enarbolan las banderas
en ese nuevo himno
a la patria de nadie.
Un ejército de hambre
ha perdido los acordes.
Sin flautista y sin espera,
la Ciudad de las Ratas empuña la crueldad,
sin lograr acceder al precipicio deseado
que termine con esta lacra:
la peor de las enfermedades.
Ha nacido como todas,
sobre una cálida madera noble
de un mesa de despacho.
En ella el mundo se divide
en las columnas del haber y del debe,
que siempre pierde;
siempre.
Junto a ellas se posan sobre el mapa
-para dejar el mismo cerco de siempre-
siempre,
tres vasos de coñac, dos de whisky
y otro de agua con gas;
junto a dos ceniceros relucientes
-fumar perjudica seriamente la salud-
y el anillo del dedo índice que sabe,
siempre sabe,
cómo multiplicar el dinero del más rentable dolor.
No hay negocio más beneficioso
que la guerra
ni peor ambición que el ansia
de la revancha
-servida fría,
muy fría-,
a punto los motores
en el filo de dos telediarios;
postre para platos de indiferencia.
Hizo la guerra a las ratas.
Las únicas capaces de comer de la miseria
y seguir vivas.
Querida Madeja, esta noche te prometo que no se con que parte de los versos puedo quedarme.
ResponderEliminarEs la primera vez (seguro que no la única) que me quedo indefenso ante tu palabra escrita.
La "parlada" es otro cantar, pero la escrita, difícil me lo pones niña.
Por aquello de que los músicos dormimos poco y nos arrugamos más de la cuenta:
"Un ejército de hambre
ha perdido los acordes.
Sin flautista y sin espera,"
Bestial Madeja, bestial.
Eso tiene este mundo, que se ceba y se nutre de los socavones que existen entre los que somos "un algo" y los que esperan poder ser lo que definitivamente son.
¿Más mudo que muerto,
O más muerto que mudo?
Así me dejas hoy.
Voy a pasarme la semana sin hablar en el trabajo y fuera de el, te culparé a ti...
Un saludo agradecido y lector de todos tus comentarios,
Db.
Un beso, o un millón, que más nos da...
Así es siempre.
ResponderEliminarbesos in blue
(Silencio)
ResponderEliminar"No hay negocio más beneficioso
ResponderEliminarque la guerra
ni peor ambición que el ansia
de la revancha"
El ojo por ojo en un mundo, donde todos estamos ya tuertos.
Saludos
Tiene fuerza, sobre todo la primera parte...y que absurdo, que desde unas mesas se dibuje toda la misería y el terror.
ResponderEliminarSin palabras y con muchos besos...
ResponderEliminarUUUfffffffff......
ResponderEliminarDesgarrador y real....
ResponderEliminar(Sólo las ratas, claro...)
Vaya mundo.
Buenas letras, Lola!
Y buenas imagenes también!
(Gracias, mil gracias, por tus palabras cariñosas...)
Nos seguimos leyendo!
Un besito!
querida, los acordes, como la energia, no se destruye, no se olvida,
ResponderEliminarsólo,
se transforma.
no me has dicho si te cojo o no de prima,
un besin,
I.
pd, cuando entro anónima es porque se me olvidan las claves,
El dinero de las ratas...
ResponderEliminarbueno, cuántas cosas hay en tu poema,
los señores de laguerra son poderosos como el dienro, no es nada nuevo desde que lo dijo Quevedo...
Un beso
El poema, lúcido y fustigante. Por otra parte, las ratas se reproducen en una progresión tal, que solo desaparecerían cuando no existiese nada de lo que sustentarse, es decir, después de haber acabado con todo. Panorama optimista al parecer...
ResponderEliminarUn abrazo.
señor de la guerra, policía de las alcantarillas, animal heroico, hombre invisible, levántate de ese charco de sangre.
ResponderEliminarMe parece un poema cojonudo.
Muchas gracias por todos estos comentarios.
ResponderEliminarCuánta guerra y cuánta rata anda suelta.
Besos
(Un abrazo para mis parientes, I. & Db)