domingo, 10 de abril de 2016

Érase una vez (Mata mua)

"Mais c'est Donatello parmi les fauves" 
Louis Vauxcelles, crítico de Arte, ante las obras fauvistas.


Mata Mua
(Érase una vez)




Kirchner ha pasado de sanatorio en sanatorio. Los nazis le confiscan más de 600 pinturas. Destruye parte de su obra. Dicen que está loco. Por eso Doris t
iene el cuello alto. Por eso cree, un año después, que va a cazar gaviotas en el bosque y se pega un tiro que hunda definitivamente el color. Por el cañón de su pistola aparecerá el cielo rojo y el mar deformado, una mujer con sombrero, tres modelos desnudas que parpadean con miedo y un salvaje que escribe la palabra salvaje, mientras mira de frente a un general grasiento de un cuadro de Grosz. La prostituta de rojo busca una torre roja a la que rompe los cristales de todas las ventanas, de una en una. Por eso es un degenerado. Por eso, y porque sabe que su sangre conoce el cielo estrellado que dejó Van Gogh años antes. 
Y los colores no encajan.

Por el mismo cañón recortado aparece  Van Gogh intimidando a Gauguin con una cuchilla de afeitar. Luego se corta una oreja que envuelve, cuidadosamente, para entregar a una prostituta llamada Rachel. “Guárdala con cuidado”, le dice. Y ella la guarda como Marie recogió la mirada de Tolouse Lautrec –con ternura- antes de ingresar en un hospital. En un delirio nocturno, habla de Jane Avril. Luego pintará escenas de circo en las que los enanos son otros y soñará sin tener miedo a las arañas.

Necesito un puente sin arquitectura. Porque hay colores que son la jaula y son pájaro. Por eso necesito un puente que dinamite lo convencional. Por eso quiero ser primitivo, por eso rompo el color, por eso la intuición será mi diosa y la amaré sobre todas las cosas. También por eso, nunca habrá un manifiesto. Dame una forma y alteraré la línea, escribe con un dedo sobre el vaho de una ventana parisina Matisse. Ahora que pienso con la mano; ahora que araño con la gubia, recuerdo a Renoir con sus pinceles atados, obligado por la ceguera de lo bello. 

Qué lejos Mata mua, qué lejos el que cultiva las nueces.

Y Donatello siempre amará a las fieras. 


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