miércoles, 29 de julio de 2015

No vendrá nadie a sentarse ...

"...Este hombre que ha llegado hace sólo un ratito,
y se pasa la vida esperando en la mesa del café a que alguien llegue,
como se pasa todo el mundo la vida esperando.
No vendrá nadie a sentarse al otro lado del tablero de mármol,
y las manos seguirán sobre el bastón
y el hombre 
esperará inútilmente sin despegar los labios..."
Antonio Muñoz Rojas


Si Muñoz Rojas hubiera tenido en la mirada la perspectiva completa de la fotografía que le inspiró, tal vez sus versos hubieran sido distintos. Machado -el hombre que no tuvo tiempo o gusto para hacerse el nudo de la corbata- queda retratado en los versos con su porte, su gesto, su estar y su soledad. Una soledad que, como vemos, se armó, para la foto, a golpe de tijera. Corría el año de 1933 y la periodista Rosario del Olmo concurría, junto al fotógrafo Alfonso Sánchez, al madrileño café de las Salesas. Ambos morirían en sus exilios, aunque sean pocos los datos que tengamos de ellaCada vez que enseño esta foto, disfruto del agradable asombro que provoca en quien la ve. El mismo que sentí yo hace unos años, la primera vez que me la mostraron. 


El poeta Antonio Machado y la periodista Rosario del Olmo Almenta
 fotografiados por Alfonso Sánchez (1933) 

Machado siempre estuvo cerca, pero fue en el año 2009, como coordinadora del grupo La Madeja, cuando repasé su vida y su obra de forma minuciosa. Estaba preparando una actividad para la Feria del Libro de Sevilla que llevaba como título "¿Llegamos pronto a Sevilla?", tomando la frase que, según Corpus Bargas, dijera la madre de D. Antonio, agotada, en un dramático episodio capaz de hacerme un nudo en la garganta. 


Caligramas para el homenaje a Machado
realizados por el poeta y arquitecto Lorenzo Ortega

Para ello preparé cuatro estaciones poéticas, partiendo del invierno del exilio para llegar a la primavera sevillana, que lo vio nacer. No queríamos homenajear al poeta muerto, sino al hombre vivo que nos dejó sus versos. Aunamos música, poemas de Machado, poemas propios, pintura y teatro experimental. Era el día que se inauguraba la Feria del Libro y la actividad, que tuvo lleno absoluto, contó con una subvención del ICAS. Unos meses después fuimos llamados para hacer algo similar en la Feria del Libro del Aljarafe (Sevilla). Nuestro itinerario había sido un éxito.


Me documenté mucho para preparar aquel dossier que luego fue palabra y piel. Releí a Machado en sus poemas, mantuve varias conversaciones con Paco Vélez -sabio de tantas cosas-, Presidente de la Asociación Feria del Libro de Sevilla por aquel entonces. Fue él quien me acercó  a los últimos pasos del poeta en el exilio.



Tiré de otras muchas publicaciones, entre ellas las de F. Rubio y la de I. Gibson, y encargamos a  la pintora Juana Pérez un retrato de Machado que estaría, sobre un caballete, en nuestro recital. Para ello elegimos el modelo de la conocida foto que tomara Alfonso Sánchez García en el Café de las Salesas. Muy ajena estaba yo, por aquel entonces, al precioso descubrimiento que haría, unos años después, de la mano de Enrique MF.




¿Quién era aquella mujer que aparecía en la foto, uno de los retratos más conocidos de Machado? Recordé cómo habían sido cortadas, manipuladas y sesgadas otras muchas fotografías a lo largo de la historia, pero eso no pudo con mi sorpresa.  

Rosario del Olmo escribía para el diario "La Libertad" y entrevistaba a Machado ese 8 de diciembre de 1933. La entrevista apareció publicada el 12 de Enero de 1934, bajo el largo título de "Al comenzar el año 1934. Deberes del Arte en el momento actual". También está incluida en el libro "Antonio Machado. Escritos dispersos (1893-1936)", publicado en 2009 por la editorial Octaedro. Desde que vi esta foto completa, cada vez que la veo sesgada, no puedo dejar de acordarme de ella.

José Manuel Vilaboa Bernárdez me amplió los datos al enviarme, por correo postal, la entrevista fotocopiada que fue incluida en Antonio Machado. Prosas dispersas (1893-1936), editado en 2001. Redes sociales que unen, lecturas de las que aprender.




Ya sabemos, Antonio, "qué día, de qué año, en qué ciudad española..." y también con quién. Ustedes son libres de seguir viendo la fotografía del poeta sesgada de su contexto... o no.

domingo, 26 de julio de 2015

El olor de la bondad

Peris Mencheta. Calle vacía, domingo, 10.30 de la mañana. Paseo tranquila después del primer café en el Hércules. Un coche, tipo tartana, aparece a gran velocidad desde la curva. Reparo sin detalles en él. Continúo mi camino hasta que escucho, repetitivamente "¿hola?, ¡hola!, perdona..." Vuelvo la cabeza. El chico del coche de carreras-tartana se dirige, a partes iguales, a un señor que va por la misma acera que él, y que le mira con indiferencia, y a mí. La voz que solicita escucha insiste: "Perdona..."  Vuelvo hacia él. Se ha bajado del coche que ha dejado aparcado en el soportal de una casa. Casi no le veo, porque uno de los pilares del bloque lo tapa. Me pregunta algo con palabras que no escucho bien, desde la acera de enfrente. Me pide, con una amplia sonrisa, que cruce; me hace ademanes con la mano, para que me acerque. Me dice que le da corte asomarse. Es entonces cuando me fijo en sus chanclas y en su vestido de licra amarillo y negro, más corto y ajustado que el mío. Le echo unos treinta y muchos. Cuando alguien sonríe de esa manera, siempre soy benevolente. 
Por fa, acércate, que no tengo bragas, me dice entre risas. Qué frase tan ingenua, pienso. Y, mientras me digo esto, se ha levantado el vestido, se ha dado la vuelta y me está enseñando su culo blanco, algo plano y caído. La gravedad, pienso. Adán y Newton frente a frente. Y la manzana.
Luego se da la vuelta, en un movimiento rapidísimo, y me regala una sonrisa tan caduca como recién estrenada. Se me acerca para preguntarme, confidencialmente, en voz alta, si sé de algún sitio de ambiente.
Collage de Ale Jan Dra
Pienso que, a estas horas de la mañana, los pocos lugares que quedan tratan de proteger del sol los restos de humanidad cansada; que va tarde, o temprano, según se mire. Pero no le digo nada. Le sonrío porque me gustan las escenas insólitas -mil veces iguales, mil veces distintas-, extrañas y naturales como estas. Entonces se fija en mí, me coge de la cintura con las manos extendidas, me acerca a él y me dice que le encanta mi vestido. Me coge con soltura una mano y, casi sin darme cuenta, estoy girando sobre mí misma. Mira entusiasmado el vuelo de mi vestido. Es precioso, me dice y te queda divino. Me siento como una modelo de Dior. Hay hombres maravillosos -pienso-, carnes de cañón, que no pueden evitar destilar, incluso, en las peores cloacas, bondad. En un segundo, pasa por mi mente toda la genealogía de mujeres que sé que le acompañan. Es entonces cuando le oigo decir que tengo un culito monísimo, mientras trata de levantarme un poco el vestido. No quiero romper la magia explicándole que yo sí llevo bragas, para más señas, limpias y recién puestas, como aconsejaban antes las madres; así que le digo que esas cosas no me las dicen todos los días, y le devuelvo la sonrisa con un gracias.
Vuelve al ambiente, con las manos en mi cintura. A estas alturas, ya nos conocemos tanto... Yo le he visto tantas veces y él a mí me ha encontrado en decenas de ocasiones, mientras buscaba una salida para Itaca, que no siempre es llegada.
Me agobia la invasión de mi espacio físico -no puedo evitar que, a veces, me salga mi ramalazo antisocial-, por lo que me retiro un paso atrás, lo justo para que pase el aire, que decía mi abuela. Me acuerdo, en ese momento, de otro amigo que odia estas escenas porque detesta a la gente pasada. Sin embargo, a mí, si hay bondad, me enternecen.  
Estoy muerto de hambre. ¿Dónde puedo llevarme algo a la boca?, continúa, mientras con la mano derecha hace el gesto de una mamada. Hay un resto casi imperceptible de pintura -creo que de perfilador de ojos- en sus párpados y tiene el pelo corto algo aplastado, pero no rancio. Me recuerda a Lisa Minnelly, a la que adoro. El sol comienza a picarme en la espalda. Es demasiado temprano para tararear Cabaret, o demasiado tarde. No sé.
También quiere ir a un chino a comprar ya no recuerdo qué. Eso lo tendrá más fácil. 
Su voz va quedando cada vez más lejos. Ya no le escucho. 
Buena suerte. Ojalá encuentres algo que llevarte a la boca en este tiempo de no tiempo. En este tiempo sin bragas.

miércoles, 22 de julio de 2015

Del veneno de mi nombre

"Y la muerte, nadie la oía, pero hablaba muy cerca del micrófono".
LPV lee a P. Gimferrer antes de llegar a un cuadro de Fortuny


Acto IV
(Fundido de entrada en verde. Nocturno. Ella no puede dormir porque un pez atraviesa su habitación de pared a pared).

¿Cuántos mares has visto en la penumbra?

La muerte también era un atributo de la belleza. Y sobrevino sin traerle un cigarro encendido en la oscuridad. 


Acto V
(Ella sigue a oscuras.
Piensa -la acotación no indica quién- en la integridad de los colores. El discurso avanza sin anclarse en ningún territorio)

Renunciar a tu destino sería tan obsceno como encender la luz ahora.
Háblame, me dices.
Habla.



Acto VI
(Morir siempre es un acto fugitivo que sorprende al imbécil)

La dulzura, a veces, se manifiesta en formas insólitas. 


Acto VII
(Ella puede volver a soñar. Es un hecho.)

Bastaría un dardo con tu aliento,
-dices -lirio roto- 
o un verde traído de Nápoles para quebrar la simetría de la tarde.



Cuídate del veneno de mi nombre.



sábado, 4 de julio de 2015

Agujero blanco


"Y conocí tu nombre
y fue como un abrir de ojos en la noche
y fue dulce como empezar de nuevo
como una sonrisa
que poco a poco 
se da cuenta del accidente".
LPV


"Su densidad deforma el espacio [dos iban a dormir casi todas las noches] pero, a diferencia del agujero negro [uno soñaba con barro], deja escapar materia y energía [el otro soñaba con Asia] en lugar de absorberla. De hecho [con visitar un zeppelin], ningún objeto puede permanecer [con visitar a Nigginsky] en el interior de dicha región durante un tiempo infinito. Por [dos iban a dormir] ello se define un agujero blanco [dos viajeros] como el reverso temporal de un agujero negro [el largo matrimonio en la oscuridad]: el agujero negro absorbe a su [el sueño era viejo] interior la materia; en cambio [los viajeros eran viejos] el agujero blanco la expulsa".

Más o menos, así fue. Silencio experimental, ruido experimental, palabra improvisada [uno mató de un tiro a un alemán], cuadernos blancos. Y la música de Andrés, que es lo mismo que decir "Paisaje infinitos de sonidos". 
[Y Cohen]