Con cuidado. Con mucho cuidado. Per riguardo. Así escribe Pere Gimferrer en italiano y reinventa las palabras noche y muerte. Así es la naturaleza de la lengua; así se expresa la semántica del pulso.
Entramos en la fría y húmeda Academia de Buenas Letras sevillana que se me antoja taciturna, desangelada, con las ojeras de una mujer moribunda. Hay marcas de humedad en las paredes de la Casa de los Pinelo, cuyos planos estudié en la carrera: "Al patio principal se accede por un estrecho pasillo en ángulo recto, desde las caballerizas (...) Sobre las columnas hay unas pilastras de yesería y en las enjutas de los arcos medallones con bustos que representan una galería de personajes ilustres. Figuran generales y emperadores romanos, líderes de las guerras púnicas, personajes de la Edad Media y damas del linaje de tiempos de Carlos V. El tema está inspirado en Los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor (1542)...", escribía el historiador Teodoro Falcón. Sin embargo, la humedad y la poca luz me desagradan tanto -parece que van a cerrar, aunque son las 7 de la tarde- que quisiera estar en cualquier otro lugar. Pero viene Gimferrer y Aure Gallego me recuerda que siempre merece la pena ver -dicho con todo el cariño- a un dinosaurio de la literatura, a uno de sus pilares. Entramos. La noche ya se ha hecho noche.
No recuerdo su cara. Sí que tenía pelo largo y gafas de pasta. Ni siquiera sé si está entre las pocas personas que esperan a la puerta de la sala principal. La Fundación José Manuel Lara le ha invitado a presentar su último libro. Ahí es nada: Una de las grandes figuras de la literatura española, uno de los nueve, mano a mano con los lectores y, sin embargo, congrega solamente a una veintena de personas. Cosas que pasan.
Entramos en la sala y no hay duda: Medio recostado, sobre un sofá de terciopelo rojo, una figura imponente, con un enorme sombrero negro, mira con una cómoda distancia a quienes entran. Como el que esperara a la Madame. Genio y figura. Antes de sentarse a la mesa, se quita el sombrero.
Rafael Valencia, Director de la Academia, le presenta con soltura y Jacobo Cortines, por Vandalia, recorre su obra. Gimferer escucha con su bufanda. Saluda. Dice que es friolero y que, por eso, no se la quitará. La Academia sigue siendo fría, como esta noche de Diciembre. Mientras escucha cómo le presentan, saca un peine del bolsillo de su chaqueta y se peina un mechón lacio. Coquetea con la vida. Y nos encanta. Va a leer y, por ello, se sobrepone unas segundas gafas de pasta sobre las que ya tiene y, ya bien peinado, habla, y habla y habla y se mete en el mismo bolsillo del peine a todos los que escuchamos por su sencillez, por su enorme cultura, por su anecdotario. No alardea de nada. Comparte esa historia viva de la que él ya forma parte. Nuestro raro y viejo poeta nuovo que decide leer los poemas en italiano para que Cortines los lea traducidos. Les añadirá, sin saberlo, el sonido de su respiración, que se escucha rítmicamente desde su micrófono.
Elegir una lengua es elegir una actitud ante la vida: Francés porque es la lengua de Apollinaire y de Baudelaire; Italiano porque ahí está Dante y Pedro-Pere-Peter-Pierre-Pietro leyó la Divina Comedia en su lengua con 25 años. Desde entonces, la ha repasado muchas veces. Tantas como para aprenderse sus pasajes de memoria, como hiciera Alberti con el Polifemo de Góngora, recitándolo hasta que sus amigos le pedían que parara. Tal vez por eso se lo imagina en el Trastevere en uno de su poemas.
Llega el final de la presentación y varias personas compran el poemario. Aure y yo nos acercamos a saludarle, sin libro.
-Buenas noches, Pere. Somos lectores suyos.
-Y ¿qué tengo que hacer?
-(Risas) Quedarse quieto. Nos gustaría hacernos una foto.
Y Pere se levanta y, efectivamente, se queda quieto, pero nos habla y habla y habla y me pregunta, no sé por qué, si soy lituana, porque me cuenta que me parezco mucho a una chica que venía en el AVE y que sí lo era. Nos cuenta una anécdota que no somos capaces de poner en pie, por loca, por dadaísta, por inmensa. En ella se mezcla la historia de una mujer alemana que se hace pasar por eslava, o viceversa.
Cosas, y cosas y cosas. Y Pere habla y habla y habla sin cuidado, Senza riguardo.
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