Me hablabas de un otoño vencido
asomado a cualquier mañana,
de un color sin sombra,
de una sombra sin tacto,
de un tacto rojo-acerola,
de nísperos dormidos
entre cuentas pendientes.
Me hablabas de sumas y restas
prendidas en la tarde,
del peso molecular de la granada
de la granada y el aloe
del aloe y la forma de la noche,
del aloe y la forma de la noche,
de la noche y las horas;
de las horas... y yo...
...y yo atrasaba el reloj
para que no llegara tarde
el próximo aguacero,
mientras corrían cuesta abajo
todas aquellas palabras
resbalando
como la piel
camino de la esquina
en la que se cruza el aire
antes del vendaval.