Aquí el precioso texto con el que Lorenzo Ortega nos presentó, a Miriam Palma y a mí, el pasado sábado 19, en el recital de exilios y tormentas, en la librería Un gato en Bicicleta.
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-"Algunos poetas habitan los umbrales en los que las palabras aún invocan a las cosas" -recitó Miriam.
-"Aquel tridente bestial se nutría de mis latidos. Los únicos que desprendían un destello de humanidad en el despertar del dolor" -recitó Lola.
-"Aquel tridente bestial se nutría de mis latidos. Los únicos que desprendían un destello de humanidad en el despertar del dolor" -recitó Lola.
-Maestra, maestra -llamé desde el pupitre de atrás.
-¿Por qué nombras dos veces? -oí decir a Caronte.
-Porque hay dos -le contesté.
-No interrumpas, no molestes, con quién hablas, por qué hay dos -dijeron las pitias desde la pizarra.
-Porque tenéis dos ruecas. Y dos mares. Y dos exilios. Y dos caballos blancos -contesté desde el pupitre de atrás.
-Y tú tienes dos manzanas rojas envenenadas -oí decir a Caronte.
-Me las diste tú -le recordé.
-Con quién hablas, con quién hablas -dijeron las pitias desde la pizarra, mientras bajaban el escalón de la tarima que las mantenía elevadas un palmo.
-Con nadie -dije.
-Mentira, mentira -doblaron las pitias.
-Con Caronte -rectifiqué.
-Mentira, mentira -repitieron mientras avanzaban entre las mesas.
-Con Demian -aseguré.
-Mentira, mentira -dijeron-. ¿Y estas manzanas? -preguntaron en mis sienes.
-Para vosotras. Por los valles de lágrimas. Morded.
Y entonces murieron a este lado para atravesar el tiempo mítico, para hilar secretos al viento. Y soplar su canción: "Dame veneno que quiero morir, bello Caronte". Y renacieron dos Psiques nuevas, una a cada orilla del río. "Y en cada puerto tengo una mujer", silva Caronte. Hasta quebrarse. Hasta quebrarnos.
Algunas fotos de la acción poética, en este enlace.
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