Arthur Dove vive en su casa flotante con Helen:
Ámame-como-se-ama-al río, le dice la comunista de pelo rojo.
Ámame-como-el-silencio-rodea-la-noche, replica él.
Hubo una vez un tiempo de estrellas y pan de oro. Cada luz ocupaba su sitio en la negritud. Aquí, el río; ahí, la risa; allí, el decoro; ahí el fragmento.
Cuando todo es párpado en la luna,
cuando la cólera tiene los colores de los juncos,
cuando el amor es el principio y el fin,
entonces, un látigo en la ciénaga.
Seremos náufragos del aire,
pero la luz,
dispuesta,
sale de las manos.
Qué, si una neumonía; qué, si Boris Vian sabe de otros nenúfares, qué; si rompes lo que amas; qué, si hoy todo.
Aunque "la luz es luz porque dibuja sombras" no puede negar su propia naturaleza, y se desdice una y otra vez.
No olvides amar la inmensidad de cada capítulo en el libro azul de las horas.
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